Descripción
La concepción mesiánica de la clase obrera, expresada y sostenida por numerosos intelectuales, es rara entre los sindicalistas. Estos conocen demasiado bien a los trabajadores para idealizarlos y transformarlos en personajes graves. Los intelectuales tienden a hablar de ellos como de una clase elegida, y esta manera de ver, y sobre todo de creer, corresponde a la herencia marxista, conjunto de esquemas cómodos que permiten especular lógicamente sobre capas sociales y fenómenos que son rara vez lógicos; o bien se sienten atraídos por la fuerza y los músculos, con la íntima convicción de que si esta masa estuviera dotada de cerebro, podría afianzar su propia promoción.
Por definición, las luchas y las actividades sindicales se producen en el terreno de la realidad. Una convicción se afirma lentamente: la de participar en la lucha social de la única manera real, no engañosa para los participantes, y que, por su naturaleza misma, constituya un elemento de evolución social. Es aqui, sin duda, donde se manifiesta la influencia anarquista, y más por su crítica sistemática de todos los mitos sociales que por sus idílicas visiones de una sociedad futura.
Si aún es posible presentar el régimen soviético como la expresión de un esfuerzo hacia el socialismo, o hacer pasar un gobierno socialista francés o belga por un equipo representativo de la clase obrera del país, es porque las palabras han perdido significado y la mitología se ha convertido en un sistema de propaganda. Ningún anarcosindicalista podrá encontrar en ellas motivo para cambiar de opinión y ésta es sin duda otra de las razones profundas de la permanencia y la renovación de estos militantes.